DÍA CERO

Recuerdo perfectamente el día que mi hija me comenta que va a empezar a disminuir el consumo de “comida chatarra” y que eliminará los postres, pues prefiere llevar una vida “más saludable”.

Obviamente, siendo una mamá que se preocupa por su peso, que ha hecho dietas a lo largo de su vida, que implementaba DETOX una vez al año e incluso incursionó en el mundo del AYUNO INTERMITENTE…  todo sonaba bien.  ¿Por qué no?

Quiero aclarar que mi hija era una persona de contextura delgada, desde que nació su peso estaba en los percentiles más bajos de la tabla de crecimiento.  Incluso cuando tenía 10 años, la sometimos a una “dieta de engorde” guiada por un nutricionista, pues en ese entonces su peso estaba “comprometiendo su crecimiento”. Fueron 6 meses que la pusimos a batallar una dieta super exigente, que cualquiera pensaría engordar es fácil; sin embargo es igual de difícil o más que adelgazar. Se tuvo que limitar ciertas comidas y enfocarse en otras, para obtener los resultados deseados.

En fin… en marzo de 2022, cuando Mia tenía 13 años, era una muy buena alumna, mostraba una personalidad autoexigente, muy disciplinada y en algunas ocasiones rígida de pensamientos.  Nunca lo ví como una SEÑAL.  (Y justo allí estaba 1/5 factores de riesgo que más adelante entendí existen en un Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA)).

Así que, al verla cumplir al pie de la letra su plan, no me extrañó.  Dos meses más tarde empecé a percatarme que mi hija tenía una tonalidad distinta en su rostro (principalmente alrededor de la boca).  Su piel no mostraba el brillo natural, le notaba un tono verdoso… raro, como cenizo.  Me quedé con esa sensación un tiempo, sin actuar, sin saber qué hacer, tratando de no darle mayor importancia; hasta que en junio se subió de co-piloto (en el asiento delantero del carro) y una luz que indica que un niño se ha sentado allí, se enciende.  Realmente no era un niño… era mi hija que ya estaba pesando menos de 40kg, motivo por el cual el carro lo detectaba de esa forma.

Inmediatamente supe que debía actuar, pues no era normal que una señorita que está en crecimiento baje de peso, justo en un periodo de desarrollo.  Contacté a la endocrinóloga que la había visto 6 meses antes y me enredé en como ajustar la cita médica para que ninguno de los demás compromisos se interpusiera. Viendo como coordinar para que no pierda un día de clase, que no deje de asistir a sus clases extracurriculares, que de chance de hacerle análisis de sangre previamente y que no coincida con las vacaciones (pues sus abuelos venían de visita), etc, etc, etc. 

¿Sabes cuándo logré la cita? 18 de JULIO… mes y medio después de haber recibido la segunda alarma que mi hija tenía algo. Pero allí no queda todo… resulta que cuando mis padres vienen de visita, llegan con Covid y contagian a mis hijos.  Lo cual, para Mia, fue “ideal” para continuar con su plan secreto de mantenerse en forma, comer menos, hacer ejercicio a puertas cerradas y tener la excusa perfecta de no tener hambre y dormir todo el tiempo. 

Finalmente, la cita fue el 26 de julio. Ese día entramos a la cita con la preocupación por el desarrollo de mi hija, sin tan siquiera imaginarnos cómo saldríamos de allí. Mi hija entró teniendo una personalidad y salió de allí mostrando otra jamás antes vista.  Puedo decir que fue ese día la primera vez que vi al MONSTRUO.

¿Qué nos dijo la doctora? Qué definitivamente había un problema, había perdido 3kg desde su cita anterior. Nos sugería hablar con una psicóloga y un nutriólogo que pudiera guiarnos con temas de trastornos alimentarios y qué no debíamos quitar el dedo de la llaga.

Ese regreso a casa lo tengo algo borroso.  Recuerdo ir en el carro (toda la familia a bordo) yo pensando y organizando en voz alta, cómo íbamos a proceder:

  • A partir de entonces, Mia tendría que tomar 5 comidas al día.
  • Empezaría la búsqueda de algún psicólogo que pudiera atenderla y que supiera sobre trastornos alimentarios. Ya fuese en Panamá Guatemala o Perú (pues tenemos raíces en los dos primeros países y residimos en Lima).
  • Evaluar la opción de algún nutricionista que la guiara.

En fin… la cabeza la tenía a mil, estaba abrumada, asustada y sin ningún punto de partida. Ni siquiera existía en mi léxico el término “Trastorno de Conducta Alimentaria” y mucho menos las siglas TCA. Si me hubiesen hablado de anorexia o bulimia, quizá hubiese entendido un poco más.  Pero…  ¿Anorexia? ¿Mi hija? ¡Si ella ya era delgada!

Qué lejos estaba de imaginarme que era un Trastorno Mental (con raíces bio-psico-sociales) que se manifiestan en una variedad de conductas no saludables relacionadas con la comida y métodos para controlar el peso o la forma corporal. Que poco a poco se convierten en comportamientos obsesivos, compulsivos y/o impulsivos.  

Esa noche, me pasé metida en internet buscando información de distintos profesionales que pudieran atenderla cuanto antes. A parte de mi núcleo familiar, mis papás y hermana eran los únicos que estaban al tanto de lo que estaba pasando.  No me atrevía a consultar con nadie más, pues no quería que nadie supiera que mi hija padecía una enfermedad tan estigmatizada y señalada. Quería mantenerlo a puerta cerrada, por lo que se dificultaba un poco más todo el proceso.

Suelo tener un mal dormir… pero definitivamente esa noche se ganó el galardón. Empezaron a surgir las culpas, las dudas, las interrogantes:

  • ¡Claro… eso lo aprendió de mí! No me había percatado que cada dieta, cada vez que autocriticaba mi cuerpo, cada foto de un antes y un después que me tomaba para ver si había perdido peso en un determinado tiempo, cada vez que juzgaba la imagen de alguien más… estaba siendo absorbido por mi propia hija y por esa razón ella se había sometido a esa restricción.
  • ¿Por qué le permití tomar tanta agua, dejar de comer comida chatarra y los postres que tanto le gustaban?
  • ¿Será que no ha recibido suficiente atención? ¿Será que no me he dado cuenta de que está recibiendo presión social?
  • ¿Lo estaría aprendiendo de las redes sociales?
  • Seguramente era algo genético y yo debía haber tenido una especie de trastorno de adolescente

El mundo se me vino encima; sin imaginarme que las cosas estaban apenas empezando.

Si eres un padre de familia que enfrenta la difícil situación de tener un hijo con algún problema alimentario, te doy la bienvenida a este blog; el cual lo he creado con el deseo de ayudar a otros: brindando mis experiencias vividas y los retos enfrentados.  Quiero que sepas, que somos los padres, los primeros en la línea de tratamiento y cuido.  Que al igual que tu… empecé con poco conocimiento y cero preparación. Pero se puede… te aseguro que ¡lo puedes lograr!

2 respuestas a «DÍA CERO»

  1. Avatar de Lucia Gaviria
    Lucia Gaviria

    Te felicito! Muy bueno el artículo!

    1. Avatar de Melanie Tarot

      Hola Lucia!!! Muchas gracias! Qué lindo que hayas podido leerlo.

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