Cuando el TCA llegó a nuestra familia, no tenía idea de a qué me estaba enfrentando. A medida que me instruía sobre el tema, parecía un túnel sin salida y nos adentrábamos en un mundo desconocido y oscuro.
Leer lo que muchas madres escribían en los grupos de Facebook relacionados con familias que enfrentan TCA me aterraba. Me preguntaba si nosotros viviríamos lo mismo. Poco a poco fui aprendiendo a discernir cómo tomar los comentarios. Algunos me daban esperanza, otros me hacían sentir afortunada de no estar viviendo esas experiencias. Y otros simplemente me preocupaban, pues veía que no era una enfermedad sencilla y que requería mucho esfuerzo para enfrentarla.
Leí el libro que me había recomendado mi psicóloga, llamado Perfectamente Imperfecta de las autoras: Sandra Real y María José Jiménez. Y también buscaba información en internet que me con la esperanza de entender mejor por lo que estábamos pasando, aunque no siempre encontraba lo que buscaba.
Suelo ser una persona que enfrenta los problemas conversando sobre ellos. Aunque no le conté al mundo entero sobre la enfermedad de mi hija, porque sentía que debía guardar su privacidad, necesitaba hablar con mi mamá, hermana y algunas amigas sobre lo que estaba pasando. A través de ellas, descubrí que otras madres habían pasado por situaciones similares con sus hijos; teniendo la oportunidad de hablar con algunas de ellas.1
Estas experiencias me ayudaron a desenredar los pensamientos que tenía en mi cabeza. Aunque no tenía todas las respuestas ni sabía exactamente qué hacer, comencé a sanar de alguna manera. Al sanar yo misma, comencé a percibir la enfermedad de manera diferente… lo cual eventualmente ayudó a sanar a mi hija y a toda mi familia que estaba enfrentando este desafío.
La enfermedad puede ser profundamente oscura. Cuando no sabes a qué te enfrentas, te sorprendes del monstruo con el que te encuentras
Todavía puedo recordar cómo “La Voz de la Enfermedad” dominaba a mi hija y cómo cambiaba su mirada. Sus obsesiones, miedos, culpas y angustias se manifestaban en autolesiones o agresiones que nunca imaginaría podrían sucederle.
Recuerdo cómo ella se pellizcaba la barriguita, su voz se volvía aguda y gritaba tan intensamente que parecía estar siendo torturada. Mia nunca fue violenta conmigo, pero la vi golpearse a sí misma muchas veces, lanzar cosas por su habitación y sufrir ansiedad arañándose o sin poderse quedar quieta y respirando agitadamente. Durante crisis extremas, a menudo me pedía saliera de su habitación (porque habíamos discutido y yo era la “villana”). En algunas ocasiones, cerró con llave la puerta (aunque eso no estaba permitido en casa), y en esos momentos sentía que se me iba el alma. Yo quedaba afuera llorando desesperadamente rogándole a Dios que no hiciera algo terrible en su desesperación.
Como no sabía cuándo “La Voz de la Enfermedad” se iba a volver agresiva, tuvimos que colocar duplicados de llaves en lugares estratégicos de la casa, para poder entrar rápidamente si algo parecía estar ocurriendo. ¿Cuál era mi mayor temor? Que en un momento de desesperación, quisiera lanzarse por la ventana y acabar con su vida.2
Así que cada vez que escuchaba un golpe fuerte en mi casa, sin importar dónde estuviera, corría rápidamente para asegurarme de que ella estuviera bien. La paz desapareció de mi vida; vivía en constante estado de alerta.3 Mia no necesariamente me decía que quería acabar con su vida, simplemente me decía que “ya estaba cansada de todo”. Y, obviamente, uno como mamá sabe exactamente a qué se refiere.
Comparto esto contigo porque, si tienes un ser querido que sufre de un TCA, quiero que sepas que no estás solo en tu sufrimiento, tus sentimientos y tus experiencias. Es normal sentirse abrumado y derrotado a veces. Aunque las historias de cada persona varían, hay similitudes entre quienes padecen estos trastornos y nosotros, los cuidadores. Somos muchos los que estamos pasando por lo mismo, y es útil saber que no estamos locos. Juntos, podemos sanar.
¡SANA UNO, SANAMOS TODOS!
- Aprovecho para dar agradecimiento especial a todas esas personas que abrieron su corazón y compartieron conmigo sus experiencias: Elvira, Tere, Jorge y Vanessa… Estaré eternamente agradecida. También agradezco a Rocio, Andrea, Luisa y Erica por habérmelos presentado. ↩︎
- La anorexia nerviosa es la enfermedad psiquiátrica más mortal, con un riesgo sustancial de muerte y suicidio. La tasa de mortalidad asociada con la anorexia nerviosa es 12 veces mayor que la tasa de mortalidad por todas las causas en mujeres entre 15 a 24 años. FUENTE. 100 Questions & Answers about Eating Disorders (2007). Carolyn Costin ↩︎
- El 26% de las personas con TCA intentan suicidarse. El 60% presenta pensamientos o conductas suicidas. FUENTE: Miriam Sanchez – TCA Coach ↩︎
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