CORAZONES DE ESPERANZA

Dos meses después de que Mia fuera diagnosticada con un Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA), empezamos a notar que se volvía más vulnerable en todos los aspectos.

No solo su cuerpo se veía y estaba más frágil, su piel mostraba un tono diferente, mantenía un letargo constante junto con un agotamiento extremo (queriendo dormir la mayor parte del tiempo).

Comenzó a experimentar un frío intenso de forma regular, y una frazada se convirtió en su compañera inseparable desde ese momento en adelante. Dondequiera que fuera, la llevaba consigo. En una ocasión me contó que la frazada no solo la mantenía caliente, sino que también le servía de “colchoncito” para aliviar el dolor en sus nalgas (pues sentía cómo los huesos entraban en contacto directo con la superficie en la que se sentaba).

Semanalmente teníamos cita con la nutricionista, a quien le enviaba un informe vía WhatsApp antes de cada sesión. Este informe detallaba los acontecimientos de la semana (incluyendo el peso ciego1). Después de conversar con Mia e indicarle los pasos a seguir durante los próximos 7 días, asistía a la consulta para aclarar cualquier duda o recibir explicaciones adicionales, asegurándonos así de evitar confusiones, malentendidos o manipulaciones de cualquier índole.

Las sesiones nutricionales, siempre se realizaron virtualmente.  Y debo admitir que siempre fueron las más retadoras:  la personalidad de mi hija cambiaba radicalmente, se convertía en una niña malcriada, berrinchuda y en un par de ocasiones hasta llegó a hacer pataletas.  

Me parece pertinente aclarar cuál fue el rol semanal de la nutricionista, pues en lo personal, fue otro pilar para su recuperación:

Ella me dio varios consejos que hoy en día se quedaron registrados en mi mente.

  1. Al momento de realizar el peso ciego, mantener “poker fase” refiriéndose a que debía mantener una expresión facial neutra que no revelara ninguna emoción. De esta forma, protegía a Mia de cualquier angustia que el peso le pudiese generar.
  2. Cambiar las contraseñas de los dispositivos utilizados para comunicarme con los profesionales que atendían a Mia. (Sobre este tema, puedes ver más información en el blog LAS DOS VOCES.)
  3. Establecimos la regla de que Mia debía permanecer fuera de la cocina al momento de preparar las comidas.  Ella solo recibiría el plato preparado para consumir en su momento, sin participar en el proceso de elaboración.

Recuerdo un día que la cita fue tan caótica que de tanta frustración, ansiedad y miedo Mia se desvaneció frente a mis ojos. El terror que sentí fue tan intenso, que hoy en día, las lágrimas se me salen de revivirlo.

Mi hija estaba tan indefensa que parecía una bebé.  Cada noche, le cantaba mientras acariciaba su cabello, llena de impotencia al no saber si lograría superar esta terrible enfermedad.

No solo se estaba consumiendo físicamente; sino que también su autoestima había sido afectada por la enfermedad. Se veía a sí misma como la persona más fea y extraña del mundo, dejando claro que su confianza y valor personal estaban en un punto muy bajo.

Solía agarrar su barriguita, si así se puede llamar los pellejitos de piel en su vientre, y los pellizcaba con fuerza, llorando y diciendo que estaba muy gorda. Se golpeaba y arañaba los muslos, deseando que fueran más delgados. Llegó al punto en que ni siquiera podía verse en el espejo. Tuvimos que cubrir los espejos de su habitación y baño para que dejara de juzgarse a sí misma. Y, aun así, empezó a utilizar el reflejo que salía de la puerta de la ducha para verse de cuerpo completo; por lo que lo cubrimos también.

Me costaba mucho reconstruir lo que LA VOZ le decía. Empecé diciéndole qué aspectos “no físicos” eran los que más me gustaban de ella.  Recuerdo haber logrado una conexión especial cuando la empecé a llamar “Mi Rayito de Sol”.  Y a partir de entonces busqué imágenes2 de frases positivas que veía en Instagram o Pinterest y pensaba le fuesen a gustar. Me di cuenta de que algo se quedaba grabado en ella… Motivo por el cual, lo que le compartía debía ser muy preciso al sentimiento que estuviese experimentando en ese momento. (Tenía un banco de imágenes, para compartir dependiendo el tema que surgiera… y ¿Sabes qué? ¡Funcionaba!)

Al darme cuenta de la reacción positiva que tenían las frases, me surgió la idea de recortar corazones y en ellos escribir las RAZONES POR LAS CUALES DEBÍA RECUPERARSE.  Trataba de que todos los días, al regresar ella del colegio, viera un nuevo corazón.  Y poco a poco la pared de su habitación se fue llenando de corazones. 

Hace poco me confesó lo mucho que le ilusionaba regresar del colegio y ver el mensaje del nuevo corazón.

Por lo tanto, quiero compartir cómo el amor y el apoyo pueden ser poderosas herramientas para ayudar a nuestros hijos a superar trastornos alimenticios.  Mia luchó con una baja autoestima y se veía atrapada en un ciclo de autocrítica destructiva.  Sin embargo, al inundarla con frases y mensajes de amor incondicional, comenzó a ver su valor y belleza interna.

Como padres, podemos marcar la diferencia al recordarles a nuestros hijos lo amados y valiosos que son, y al proporcionarles un entorno de apoyo donde puedan crecer con confianza.

Juntos podemos ser los CORAZONES DE ESPERANZA que guían a nuestros hijos hacia el camino de la recuperación y curación.

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  1. Peso ciego es una estrategia terapéutica que implica no revelar el peso actual del enfermo. Esto se hace para proteger la salud mental del paciente y evitar que se obsesione o se sienta angustiado por los números en la balanza.
    Al no revelar el peso durante la sesión, se busca enfocarse en otros aspectos importantes de la alimentación y la salud, como los hábitos alimenticios, la relación con la comida y los sentimientos asociados con la comida y el peso. El objetivo es promover una relación más saludable con la comida y el cuerpo, sin que el peso sea el foco principal de la atención. ↩︎
  2. Le aconsejé a Mia que evitara buscar información sobre su enfermedad en internet y que confiara en mí para proporcionarle los datos relevantes. Le expresé que en línea hay una gran cantidad de material disponible y prefería que fuera canalizado a través mío, para que tuviera la certeza de lo que le proporcionaba la fuese a ayudar.  Le dejé claro que, aunque la decisión final quedaba en sus manos, al menos quería intentar digerir esa información adecuadamente. ↩︎

Una respuesta a «CORAZONES DE ESPERANZA»

  1. […] estado crítico en su enfermedad. A pesar de todo, cada día le dejaba en la pared de su cuarto un CORAZÓN DE ESPERANZA, con una razón por la cual valía la pena recuperarse. Pero hubo uno en particular que adquirió […]

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