NUNCA ES SUFICIENTE

Hace casi tres años descubrí que mi hija tenía un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Aunque su tratamiento, recuperación y post-recuperación ocurrieron en un período más corto de lo que esperábamos1 (aproximadamente siete meses), fue crucial mantenernos atentos a su salud mental.

La recuperación de un TCA no se limita a la restauración del peso o la alimentación; implica un proceso continuo de vigilancia y apoyo. Aún después de superar la fase más crítica en la que se encontró Mia;  era, y sigue siendo, fundamental observar los comportamientos y los factores de riesgo que estuvieron presentes antes de la enfermedad y que podrían persistir. Entre ellos, se encuentran características psicológicas como el perfeccionismo, la rigidez de pensamiento y la autoexigencia, además de influencias sociales que pueden seguir afectándola.

En julio de 2022 recibimos la primera señal de que algo no estaba bien con Mia. A partir de ese momento, atravesamos todo el proceso difícil que he mencionado en otros posts.2 Sin embargo, en diciembre de ese mismo año, vimos la primera muestra de que ella estaba dispuesta a hacer un cambio.3 

Iniciamos el 2023 con mucho optimismo, avanzando con paso firme y con una increíble determinación por parte de Mia de no recaer y  no revivir las experiencias del año anterior. A mediados de marzo recibí una notificación que Mia había sido preseleccionada para audicionar en un campeonato internacional de danza aérea; una disciplina que había comenzado en el 2019 pero que, en septiembre de 2022, tuvo que abandonar.  (En ese momento, su equipo multidisciplinario4 determinó que continuar con la actividad física representaba un riesgo para su salud y, por lo tanto, recomendaron que se suspendiera.5) Para marzo de 2023, Mia aún no había retomado el ejercicio; pero su equipo consideró que esta oportunidad  podía convertirse en un incentivo positivo dentro de su proceso de recuperación.   Sin embargo, su regreso a la danza aérea fue condicional: estaba ligado a buenos avances en su recuperación, y cualquier señal de alerta sería motivo suficiente para retirarla del programa.

A la larga, todo resultó positivo. Mia inició el programa y superó la primer fase, lo que permitió ser seleccionada para competir en el campeonato que se llevaría a cabo en Chile. Los ensayos fueron intensos y la preparación exigente; vimos cómo dedicó todo su esfuerzo a cada entrenamiento. Para mejorar su desempeño, tomó clases de acondicionamiento físico, gimnasia, ballet y danza contemporánea, disciplinas clave para perfeccionar su presentación.

El proceso fue un gran desafío: las horas de entrenamiento eran extensas, sus estudios continuaban y, a pesar de la carga, ella insistía en mantener un rendimiento académico impecable.  Pero, además de estas exigencias externas, se imponía a sí misma una presión constante por destacar en todo, lo que terminó convirtiéndose en una lucha interna desgastante.

El día de la competencia llegó, Mia tuvo un gran desempeño y obtuvo el segundo lugar en su categoría.  Sin embargo, para ella, no fue suficiente. En realidad, nunca lo es. Su nivel de autoexigencia es tan alto que siente la necesidad de destacar siempre.  Y esto no proviene de la necesidad de ser la mejor, ni de la presión de los demás, sino de algo más profundo: una convicción interna que la lleva a dar siempre el 110%, como si solo el máximo esfuerzo pudiera validar su desempeño.

En el ámbito académico, su desempeño fue reconocido y logró posicionarse en el Primer Cuadro de Honor (aunque no necesariamente en el primer puesto de su promoción). Pero, una vez más, para ella no fue suficiente. Quería alcanzar una mejor posición.

Por ende, el 2023 lo cerró con nuevos propósitos:

  • Conseguir la medalla de oro en la próxima competencia de danza aérea
  • Mejorar su posición en el Primer Cuadro de Honor
  • Fortalecer su vida social (el único propósito que, sinceramente, me emocionó de verdad)6

En 2024, el TCA dejó de ser el centro de nuestras vidas. Mia finalizó su tratamiento psicológico, y por un tiempo sentimos que podíamos dejar atrás esa etapa.  Sin embargo, la recuperación no termina cuando desaparecen los síntomas más evidentes; el bienestar emocional sigue siendo una prioridad.  Por eso, aunque ya no asistía a terapia con su psicóloga, continuó recibiendo apoyo a través de sesiones con una Coach Especializada en recuperación de TCA, enfocadas en fortalecer su equilibrio emocional y prevenir cualquier recaída.

Mia estaba trabajando con determinación para alcanzar los mejores resultados, tal como se había propuesto. Siempre habíamos tenido una relación cercana y una comunicación fluida, pero este año fue especialmente desafiante para mí. No solo porque estaba atravesando los cambios propios de la adolescencia, sino porque algunos rasgos de su personalidad, que siempre estuvieron presentes, pudieron verse acentuados por el TCA y también influían en nuestra dinámica: la culpa que sentía por cómo me afectaban sus emociones, su rigidez de pensamiento y la intensa frustración cuando las cosas no salían como esperaba. A esto se sumaba mi propia lucha con la perimenopausia, que reducía mi paciencia y tolerancia, haciendo que la convivencia fuera aún más retadora.

Al mismo tiempo, Mia se preparaba con el mismo empeño para su próxima competencia de danza aérea. Sin embargo, esta vez la exigencia académica era mayor, lo que significaba menos horas de sueño y menos claridad en clase. Su rendimiento académico comenzó a verse afectado y, al no obtener los resultados que esperaba, la frustración crecía, aumentando también nuestras fricciones.

Si estaba estresada, yo era su refugio; si tenía un problema, acudía a mí. Pero últimamente, la falta de descanso parecía estar pasándole factura. Su tolerancia disminuía, su frustración aumentaba y, en muchas ocasiones, sus habilidades académicas no se reflejaban como antes (o como ella deseaba). Yo no podía evitar pensar que el cansancio estaba jugando un papel clave en todo esto.

El día de la competencia llegó y Mia obtuvo el primer lugar en su categoría. Estábamos todos felices. Ella logró celebrar y celebrarse, reconociendo el fruto de todo su esfuerzo. Sin embargo, irónicamente, tampoco esta vez fue suficiente. Su triunfo la clasificaba para la final mundial, lo que implicaba seguir (o incluso intensificar) el ritmo de preparación que ya llevaba. Fue entonces cuando mi esposo y yo tomamos una decisión difícil: no participaría en la final.

La noticia fue devastadora para ella. Hubo enojo, frustración y lágrimas. Nosotros mismos dudamos si estábamos haciendo lo correcto. Pero nos mantuvimos firmes. Sabíamos que, aunque doliera, darle un respiro era necesario. Finalmente, Mia tuvo que aceptar que, por un tiempo, dejaría la danza aérea competitiva y la practicaría solo de manera recreativa.

Lo que no imaginábamos era el cambio que esto traería. De repente, comenzamos a ver una nueva versión de Mia: más presente, más abierta a su vida social, actuando como la adolescente que es. La vi disfrutar momentos simples, reír con sus amigas, explorar otras facetas de su vida que antes quedaban en segundo plano. Claro, hubo tristeza cuando hablaba con sus compañeras que sí irían al mundial, pero lo asumió con dignidad y madurez.

Este cambio le permitió visualizar su último año de colegio con otra perspectiva. Ahora se enfoca en sus estudios, pero también en disfrutar cada momento de esta etapa. Y aunque el proceso de crecimiento y sanación continúa, hoy la veo avanzar con mayor seguridad. Ha comenzado terapia con una nueva psicóloga con quien ha congeniado bien, y sobre todo, la veo disfrutando la vida.


  1. La duración del proceso de recuperación de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) puede variar significativamente según el tipo de TCA, la gravedad, el tiempo que la persona lleva con la enfermedad, el apoyo recibido, y las características individuales. Los profesionales que atendieron a Mia nos indicaron que, en términos generales, la recuperación tomaba alrededor de dos años. Según la investigación que realicé, este proceso se desarrollaba de la siguiente manera:
          1.   Recuperación temprana: Algunas personas experimentan una mejora inicial dentro de los primeros 6 meses a 1 año tras iniciar el tratamiento adecuado, especialmente si el diagnóstico y la intervención son tempranos.
          2.   Recuperación completa: Puede tomar entre 2 a 7 años, dependiendo del caso. Según estudios, alrededor del 50-60% de las personas logran una recuperación completa, pero este proceso es gradual y no lineal.
          3.   Prevención de recaídas y mantenimiento: Incluso después de alcanzar una recuperación completa, es común que las personas requieran apoyo a largo plazo para prevenir recaídas, lo que puede extenderse por años. En algunos casos, la vigilancia y el autocuidado se convierten en un compromiso de por vida.
     
    Es importante recordar que cada caso es único, y no todas las personas siguen el mismo camino. Algunas variables que influyen en la duración son:
       •       La edad al momento del diagnóstico (la intervención temprana suele mejorar el pronóstico).
       •       La duración de la enfermedad antes del inicio del tratamiento.
       •       La calidad del apoyo (familiar, profesional y social).
       •       La presencia de comorbilidades, como ansiedad, depresión u otros trastornos.
     
    Comprender que la recuperación es un camino con altibajos y no una línea recta ayuda a afrontar el proceso con mayor paciencia y claridad. ↩︎
  2. Día Cero
    Nos Subimos al Tren
    Las Dos Voces
    Corazones de Esperanza
    La Fuerza de los Vínculos
    No Estamos Solos
    ↩︎
  3. La Realidad del Cambio ↩︎
  4. Cuando hablo del “equipo multidisciplinario” que acompañó a mi hija en su recuperación, me refiero a un grupo de especialistas que desempeñan un papel fundamental en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Este equipo suele estar conformado por:
    Psicólogo: Se encarga de trabajar en la parte emocional y conductual del TCA, ayudando a identificar los pensamientos, emociones y comportamientos que perpetúan la enfermedad. A través de terapia, brinda herramientas para mejorar la relación con la comida, el cuerpo y la autoestima.
    Nutricionista especializado en TCA: No se trata solo de diseñar un plan de alimentación, sino de reeducar la relación con la comida. Un nutricionista con experiencia en TCA trabaja en desmitificar creencias dañinas, restaurar patrones de alimentación saludables y guiar a la persona hacia una nutrición adecuada sin obsesión ni miedo.
    Psiquiatra: En algunos casos, los TCA requieren apoyo farmacológico para tratar síntomas como la ansiedad, la depresión o la obsesión extrema con el peso y la comida. Un psiquiatra evalúa si es necesario el uso de medicación y hace un seguimiento para garantizar el bienestar general del paciente.
    Este equipo multidisciplinario es clave, ya que los TCA no son solo un problema de alimentación, sino trastornos complejos que afectan la salud física y mental. Contar con el apoyo adecuado puede marcar la diferencia en la recuperación. ↩︎
  5. En muchos casos, a las personas que sufren de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) se les suspende la actividad física porque el ejercicio puede convertirse en una conducta compulsiva y perjudicial para su recuperación. En trastornos como la anorexia y la bulimia, el ejercicio excesivo suele usarse como una forma de compensación, lo que agrava el desgaste físico y puede llevar a complicaciones graves, como fatiga extrema, lesiones, pérdida de masa muscular e incluso problemas cardíacos. ↩︎
  6. Es curioso cómo, como padres, a veces caemos en el error de medir el éxito de nuestros hijos únicamente por sus logros académicos o deportivos. Me llenaba de orgullo ver a Mia ser preseleccionada para un campeonato, ganar el segundo puesto en una competencia o formar parte del cuadro de honor. Celebraba sus logros sin darme cuenta de que, al hacerlo, también reforzaba su autoexigencia desmedida. Sin quererlo, le transmitía la idea de que su valía dependía de sus resultados, alimentando una presión innecesaria que, lejos de motivarla de manera saludable, podía terminar afectándola. ↩︎

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