En abril de 2022 decidí obtener una certificación como Integrative Nutrition Health Coach del Institute for Integrative Nutrition de Nueva York. Mi decisión surgió de un deseo de encontrar plenitud en todos los aspectos de mi vida, ya que sabía que no me sentía completamente alineada con mi bienestar. Reconocí que este camino implicaría un proceso de aprendizaje y transformación personal que no solo me permitiría mejorar mi calidad de vida, sino también inspirar a mi familia a adoptar un estilo de vida que se adapte a las necesidades de cada uno, basado en el principio de la bioindividualidad. A través de esta certificación, esperaba adquirir herramientas para comprender y aplicar el concepto de salud holística y, eventualmente, apoyar a otros en su camino hacia una vida más equilibrada y saludable.
No imaginaba que esta certificación y el estudio diario se convertirían en mi apoyo principal durante la enfermedad de Mia. En muchos momentos, fueron mi consuelo y la razón que me impulsó a seguir adelante. Además, me brindaron las herramientas necesarias para respaldar lo que le compartía, ofreciéndole ejemplos claros e información sólida que la motivaran a buscar su propio camino hacia la recuperación.
Entre las muchas conversaciones que teníamos con el equipo de Mia, su psicóloga me habló sobre EL CABMIO y sus diferentes etapas. Me explicó lo importante que sería reconocerlas, ya que la recuperación de Mia solo sería posible si ella realmente lo deseaba.
Por eso, cuando llegué al módulo que abordaba este tema, me hizo mucho sentido. En él aprendí sobre el Modelo Transteórico del Cambio (MTC), que explica cómo tomamos decisiones para cambiar un comportamiento y cómo un cambio saludable implica avanzar a través de 7 etapas.
¿Sabías que los seres humanos no cambian basándose en lo que saben, sino en cómo se sienten? De hecho, el CORAJE puede marcar la diferencia entre:
- Rendirse y alcanzar el éxito
- La falta de ánimo y la determinación
- La enfermedad y la salud
Sin embargo, solo el 20% de las personas están listas para actuar y cambiar un comportamiento, mientras que el 80% no lo está. Por eso, el verdadero desafío es identificar en qué etapa se encuentra alguien y adaptar nuestro apoyo o conversación para ayudarle a avanzar hacia un cambio sostenible.
Recuerdo que este tema era algo que hablábamos mucho con Mia. Si no me equivoco, fue en septiembre de ese año cuando comencé a trabajar con ella en crear conciencia al respecto, resaltándole que el cambio no es lineal. También le recordaba que las regresiones son normales y que no pasa nada si suceden; lo importante es seguir intentándolo.
Entre septiembre y noviembre de ese año, viví dos meses muy difíciles, viendo a Mia llegar a un estado crítico en su enfermedad. A pesar de todo, cada día le dejaba en la pared de su cuarto un CORAZÓN DE ESPERANZA, con una razón por la cual valía la pena recuperarse. Pero hubo uno en particular que adquirió un significado profundo el 26 de noviembre de ese año.
Ese día, la promoción de su colegio tenía programado un campamento de dos días en las afueras de la ciudad. Era un plan perfecto para chicos de 14 años, llenos de energía y juventud. Sin embargo, cuando tienes a un hijo enfermo, todas las limitaciones de la enfermedad hacen que imaginar su participación sea un verdadero desafío.
Puse todas mis esperanzas en ese día. Sabía que Mia quería ir, pero estaba luchando con sus propios demonios: decidir entre asistir al campamento o rendirse a la enfermedad y aceptar la alimentación enteral,1 el próximo paso necesario debido a su deteriorado estado de salud.
Gracias a Dios, Mia eligió el campamento. No fue sencillo; hubo muchos ajustes para que pudiera asistir. Las mamás encargadas de la actividad (las delegadas) fueron muy empáticas y nos permitieron organizar espacios especiales para que Mia pudiera comer de manera segura, guardar sus alimentos y calentarlos cuando fuera necesario.
Como parte del grupo de delegadas, también asistí al campamento. Allí pude ver a Mia participar en las actividades, esforzándose al máximo pero con mucha ilusión. La vi armar su carpa y pasar la noche en ella, pese al frío y la lluvia. Aunque sabía que debía estar congelada, decidí no intervenir y dejarla vivir su gran aventura. La mañana siguiente fue especial. Durante el desayuno, algo fue distinto. En lugar de lágrimas y culpa, Mia solo quería disfrutar y seguir compartiendo con sus compañeros. Cuando noté su cambio de ánimo, le dije: “No es necesario llorar”. Ella asintió, dejó caer dos lágrimas, y salió tranquila a continuar divirtiéndose.2
Esa noche regresé a casa llena de esperanza. Sabía que estábamos dejando atrás la etapa de preparación del cambio y que Mia comenzaba a dar pasos hacia la acción. Sin embargo, estas etapas no son lineales y las regresiones son parte del proceso.
Esa realidad la viví intensamente al día siguiente, después de una cita con la nutricionista de Mia. Pensé que todo iba bien, pero al terminar la consulta, Mia tuvo un berrinche terrible que la llevó a hiperventilar hasta desvanecerse. Fue un momento aterrador. No sé qué expresión tendría yo, pero cuando Mia recuperó la conciencia, me miró y dijo: “¡No más, mamá! ¡No quiero llorar más! ¡Ya me cansé de llorar y no lo quiero volver a hacer!”
En ese instante, sentí una felicidad indescriptible. Mia había tomado la decisión de recuperarse, y sabía que lo mejor estaba por comenzar. El camino sería largo, pero este fue el momento que marcó un antes y un después en su vida y en la nuestra.
El cambio no siempre es fácil, pero cuando nace desde adentro, se convierte en el motor más poderoso para transformar cualquier situación.3
- La alimentación enteral es un método de soporte nutricional que se utiliza cuando una persona no puede satisfacer sus necesidades nutricionales a través de la comida oral. En el caso de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia nerviosa, puede ser necesaria para garantizar que el cuerpo reciba los nutrientes esenciales. Consiste en administrar alimentos líquidos o fórmulas especiales directamente al estómago o intestino a través de una sonda, ayudando a estabilizar la salud mientras se trabaja en la recuperación integral. ↩︎
- Es importante recordar que las personas que enfrentan un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) no siempre buscan ser felices o permitirse disfrutar. En muchos casos, sienten que deben rendirle homenaje a su enfermedad, castigándose incluso por momentos de alegría o por sentirse bien consigo mismas. Esto es parte del profundo control que la enfermedad ejerce sobre ellas, haciéndoles creer que no son merecedoras de esos instantes de bienestar. ↩︎
- Quiero compartir una imagen de una conversación que tuvimos con la psicóloga unos días después de que Mia tomó la valiente decisión de CAMBIAR. Al verla hoy en retrospectiva, siento una enorme felicidad y gratitud por lo lejos que hemos llegado.
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