Cuando descubrimos la enfermedad de Mia, su hermanito, Noah tenía 9 años. Desde el primer momento, estuvo presente e informado de lo que sucedía. Esto no fue algo que hubiéramos planeado o decidido; simplemente ocurrió así. La primera persona que nos alerto de que algo estaba pasando fue la endocrinóloga, y ese día ambos, Mia y Noah, tenían una cita de seguimiento. Por lo tanto, cuando evaluaron a Mia, Noah esuchó todo lo que estaba ocurriendo.
Al salir de esa cita, sentimos como si hubiésemos ingresado con una Mia y salido con alguien completamente distinto. A partir de ese momento, la enfermedad se manifestó de manera exponencial.
No fue sorprendente que Noah culpara a la doctora, pensando que ella había causado el malestar de su hermana. Y es que la resistencia, la restricción, los llantos, la ansiedad y desesperación de Mia se hicieron evidentes en el momento en que, como padres, empezamos a intervenir. Y eso fue saliendo de esa consulta médica.
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) suelen ser enfermedades que pueden pasar desapercibidas, especialmente si quienes las padecen logran ocultar sus síntomas. A menudo, estos trastornos solo se hacen evidentes cuando los efectos físicos comienzan a notarse, como ocurre en el caso de la anorexia.1 Este fue el caso con Mia.
Inmediatamente supimos la gravedad de la situación, decidimos buscar ayuda. Nos dimos cuenta de que no solo se trataba de lo que podría llegar a pasar, sino de cómo nuestra hija ya empezaba a resistirse a comer en los horarios que los profesionales nos recomendaban. De un día para otro, comenzó a llorar mientras comía, evitar ciertos alimentos que antes comía sin problema, y empezó a ver algunos de ellos como una amenaza. Aun cuando le servíamos un plato de comida, siempre dejaba algo; ese plato nunca quedaba vacío del todo.
En nuestra familia, solíamos desayunar y cenar todos juntos, así que las actitudes de Mia no pasaron desapercibidas para Noah. Los tiempos de comida cambiaron, al Mia iniciar las crisis.2 Recuerdo la expresión de incertidumbre en el rostro de Noah, quien no lograba entender lo que estaba ocurriendo. De tener una hermana con quien jugar, de pronto solo la veía llorar, gritar, encerrarse y alejarse de él. Incluso él dejó de recibir la misma atención que su papá o yo solíamos darle, y al buscar consuelo, percibía la tristeza y angustia que también nos invadía.
Eventualmente, Noah comenzó a tener dudas sobre la enfermedad de su hermana, y decidimos siempre responderle con la verdad sobre lo que estaba ocurriendo. Mia también se sentía mal por hacer sufrir a su hermanito, así que intentaba tener sus crisis lejos de él. Sin embargo, sus gritos eran tan agudos y llenos de dolor, y sus arrebatos tan intensos, que no había manera de ocultar lo que realmente estaba pasando a puertas cerradas. Mientras yo permanecía en la habitación de Mia, intentando ayudarla a superar esos momentos de tensión, Noah inevitablemente escuchaba y percibía la situación, a pesar de los intentos de su papá por distraerlo.
A medida que el ambiente en casa se volvía más tenso, a su papá y a mi nos resultaba cada vez más difícil mantener la compostura, ya que la tristeza, la angustia y la incertidumbre nos invadían. Pensamos que una psicóloga podría ayudarlo a procesar mejor la situación. Sin embargo, no fue así; logarar que participara en las sesiones con la psicóloga se convirtió en un verdadero desafío. Por eso, decidimos librarlo de esa presión y optamos porque Carlos y yo fuéramos quienes recibieran el apoyo necesario para manejar todo lo que estábamos viviendo en familia.
Un tema que nos preocupaba mucho era algo que habíamos leído que decía que si un miembro de la familia tiene un TCA, hay mayor probabilidad que otro miembro desarrolle uno.3 y esto se debe a una predisposición genética. Pero no necesariamente es esa contribución la que puede generar la enfermedad; sino también está la probabilidad de modelar comportamientos.
Por lo tanto, es importante tener en cuenta que solo alrededor del 5-10% de las personas con TCA tienen un familiar cercano con uno de estos factores.4 Y si bien, la genética influye en los rasgos de personalidad y temperamento: como la ansiedad, la compulsividad o el perfeccionismo, es esto último lo que influye en el desarrollo de un trastorno de conducta alimentaria.
Además del apoyo que recibimos, el rol de Noah, ante la enfermedad de Mia fue fundamental para su recuperación. Mia siempre procuró mantener la compostura ante él; aunque la enfermedad era evidente, ella intentaba controlar sus arrebatos cuando Noah estaba presente. Desde el inicio, le dejé claro a Mia que cualquier decisión que tomáramos en torno a su enfermedad afectaría a todos los miembros de la familia.
Tal fue el caso, donde hubo un periodo en el que consideramos internarla en un centro especializado fuera del país. Esto implicaba que yo tendría que estar con ella, lo cual presentaba dos consecuencias: 1) Noah se quedaría sin mi presencia en nuestro país de residencia, o 2) él nos acompañaría, teniendo que dejar el colegio y todo lo que para él representaba seguridad y familiaridad.
En nuestro caso, el rol de Noah fue crucial para que Mia lograra poner límites ante “la voz” de la enfermedad. Que él supiera exactamente lo que sucedía nos permitió manejar la situación de una forma más abierta en nuestra convivencia diaria, sin secretos, caminando todos juntos hacia un mismo objetivo de sanación y apoyo familiar.
Los hermanos pueden ser una pieza clave en el proceso de sanación de un ser querido con TCA. Lo que detallo a continuación son ideas y puntos de referencia que muestran cómo ellos pueden jugar un papel importante y cómo su apoyo puede marcar una diferencia en el proceso de recuperación.
Tomar en cuenta estos aspectos permite que el papel de los hermanos sea constructivo y positivo, contribuyendo a un entorno familiar de apoyo y comprensión.
- PARTICIPACIÓN EN TERAPIA: Según la edad, los hermanos pueden participar de distintas maneras en las sesiones de terapia. Involucrarlos ayuda a mejorar la dinámica familiar y a ofrecer un apoyo significativo al proceso de recuperación.
- APOYO POSITIVO: Los hermanos tienen el potencial de ser un pilar emocional o, en algunos casos, una influencia negativa. Orientarlos para ser una fuente de apoyo puede marcar una gran diferencia en la recuperación de su ser querido.
- ESPACIO PARA EXPRESAR EMOCIONES: Los hermanos también enfrentan sentimientos complejos ante el trastorno alimentario de su familiar. Es importante que tengan un espacio para expresar sus emociones, miedos o preocupaciones, ya sea en terapia o en conversaciones familiares.
- EDUCACIÓN Y EMPATÍA: Enseñar a los hermanos sobre el TCA y cómo afecta a su ser querido fomenta la comprensión y empatía, ayudándolos a evitar juicios o comentarios que puedan resultar dañinos.
Considerar estos aspectos y abrir espacio para que los hermanos participen activamente en el proceso es una forma de integrar a toda la familia en el camino hacia la recuperación y el bienestar de todos.
- Hay otros tipos de comportamientos, como los atracones, la purga y la compensación, cuyos signos no siempre son visibles, lo que hace que sea aún más difícil identificarlos a tiempo. ↩︎
- LAS DOS VOCES ↩︎
- Cuanto más cercano sea el pariente, mayor es la probabilidad; por lo tanto, los familiares de primer grado (como una madre o una hermana) tienen el riesgo más alto. ↩︎
- 100 Questions & Answers about Eating Disorders (2007) de Carolyn Costin ↩︎
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